La bailarina es un importante film de transición en la carrera de Naruse, puesto que el director consiguió trasladar algunos de los mecanismos de sus melodramas de los años treinta en el contexto de la narrativa de posguerra. Mediante elaborados y distintivos movimientos de cámara para los momentos de gran tensión dramática consigue mostrar una gran variedad de psicologías complejas. A través de sus dos protagonistas femeninas, Namiko y su hija Shinako, la cámara muestra el peso emocional del drama.