Lo curioso es que el tan erudito especialista nunca se enteró de que Borges murió en Ginebra, en 1986, y todavía lo sigue buscando para poder confirmar su teoría. Este relato, como varios otros de los que aparecen en El rey de la milonga, responde a un conjunto de obras en las cuales Fontanarrosa parodia varios géneros históricos o literarios cubiertos de un tinte de erudición, a los cuales el humorista despoja de este atributo mediante la unión de lo absurdo con lo cotidiano.